domingo, 18 de noviembre de 2012

Desde la misma banca



¿Cómo poder olvidar aquella tarde? Él como todos los días salía a correr por el parque. Yo, al igual que él, salía al parque pero no por practicar algún deporte, ni siquiera por ir a pasear. Para mí, el verlo aunque fuera por corto tiempo era la mayor satisfacción. Al principio pensé que era una simple persona, que como todos los demás solo me gustaría por algunos días. Durante las primeras semanas no le tomé mucha importancia. Pasados algunos meses y sin darme cuenta, me aprendí su horario, que tenis llevaba, que días de la semana hacia que ejercicios, etcétera. Me gustaba verlo correr, me encantaba su sonrisa y hasta se me hacia lindo verlo tomar agua. Sin darme cuenta me enamoraba.
Pero aquel día, esa tarde quedará en mi memoria por siempre. Eran aproximadamente las seis de la tarde. Yo como todos los martes me alistaba para salir al parque. Llegué de la escuela, por supuesto teniendo en mente que día era, me bañe, trate de no arreglarme tanto como para ir a una boda pero lo suficiente para verme bien.  Llevaba haciendo esta rutina por más de medio año. La misma excusa para mi madre, el mismo día, a la misma hora. Todo como un programa de esos que a la multitud les encanta pero todo el tiempo están haciendo lo mismo.
Llegué al parque. Me senté en la banca que por meses había sido testigo de mi admiración por él. Saqué el mismo libro y lo abrí en la misma página. Esta vez mi rutina cambió un poco. Me pregunté si algún día tendría el valor de verlo a la cara y preguntarle, al menos, ¿dónde vive? o ¿cómo se llama? Me disponía a meditar mis respuestas cuando lo vi acercarse. Pasó justo frente a mis ojos, yo suspire. Dio la primer vuelta, la segunda y después de cinco vueltas, desapareció. ¿Dónde está? me pregunté. Miré mi reloj y era demasiado temprano para que él se hubiera ido. Con la mirada recorrí el parque. Solo lo perdí de vista un segundo, pensé. Baje la mirada para ver de nuevo la hora cuando una persona se sentó junto a mí. No le tome mayor importancia. Pasaron algunos segundos y la persona que estaba sentada a mi lado me dijo “¿me podrías decir que hora es?”. Claro que si, dije, son las siente de la tarde. Me sonrió me agradeció y dijo “yo también quiero saber como te llamas”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario